Muchas veces consideramos que las decisiones impulsivas son obra de la casualidad o del destino, o las atribuimos a cierto sexto sentido de quienes las toman, y recordamos que también nosotros hemos tenido felices corazonadas. Sin embargo, se deben simplemente a que dejamos entrar en el juego una facultad mental que a menudo hacemos a un lado: la intuición.
La intuición podría ser considerada como el instinto de los seres humanos. Se trata de una capacidad innata al ser humano, aunque no todos confiamos en ella y por ello no la desarrollamos. Se trata de saber algo sin una base lógica, sin saber cómo lo sabes
La vida nos habla a cada uno a través de un idioma único y personal. Se trata de un vocabulario que cada uno conoce muy bien, ya que se compone de sus propias experiencias y memorias vistas en forma metafórica: todas las vivencias, ideas y símbolos, todo lo que para uno tiene sentido, forma parte de su vocabulario. Cuando conectamos con nuestra intuición y recordamos algo, que puede ser una imagen, una sensación, un sonido…, no es simplemente un recuerdo o una alucinación, es información.
La intuición podría ser considerada como el instinto de los seres humanos. Se trata de una capacidad innata al ser humano, aunque no todos confiamos en ella y por ello no la desarrollamos. Se trata de saber algo sin una base lógica, sin saber cómo lo sabes
La vida nos habla a cada uno a través de un idioma único y personal. Se trata de un vocabulario que cada uno conoce muy bien, ya que se compone de sus propias experiencias y memorias vistas en forma metafórica: todas las vivencias, ideas y símbolos, todo lo que para uno tiene sentido, forma parte de su vocabulario. Cuando conectamos con nuestra intuición y recordamos algo, que puede ser una imagen, una sensación, un sonido…, no es simplemente un recuerdo o una alucinación, es información.
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