viernes, 11 de febrero de 2011

Sueño


Nos pasamos durmiendo alrededor de la tercera parte de nuestras vidas. Esto es así porque el sueño es una actividad imprescindible para el ser humano. En contra de lo que se pueda creer, mientras dormimos nuestro organismo no está pasivo: produce distintas hormonas y realiza importantes procesos metabólicos y neurológicos necesarios para las actividades del día siguiente. La falta o privación del sueño tiene importantes repercusiones tanto en la salud como en el normal desarrollo de las actividades cotidianas; y las alteraciones en el sueño pueden producir distintas enfermedades (digestivas, cardiovasculares, neurológicas…) o agravar las ya existentes.
Se ha demostrado que la mitad de la población tiene problemas esporádicos o puntuales mientras está durmiendo y hasta un 35% padece insomnio de forma continuada, pero es en la población de mayor edad donde los problemas del sueño se manifiestan con mayor intensidad. Los cambios que se producen en el organismo de las personas mayores conllevan una disminución de la intensidad, del número de horas y de la dificultad para conciliar el sueño. También son más frecuentes los despertares nocturnos y el sueño no reparador produciendo somnolencia diurna, falta de reflejos y de actividad durante el día y empeoramiento de su estado de salud.
Son necesarias de siete a ocho horas de sueño diariamente para cumplir las necesidades de nuestro organismo, aunque con la edad disminuye este periodo. Habitualmente, el sueño sigue el patrón luz-oscuridad y se duerme una vez al día coincidiendo con la noche. Bien es verdad que en la cultura mediterránea, y especialmente la española, la siesta se convierte en algo imprescindible sobre todo en las épocas de descanso y, si se realiza con mesura, debería ser un bien protegido.


Y yo pienso

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