La base que subyace a la sensación de agobio es nuestra capacidad de tomar decisiones. Tomarlas de forma rápida y sin sensación de culpas es lo que relacionamos con nuestra capacidad de saber lo que queremos y tenemos a mano para guiar nuestras decisiones.
Parece tan obvio eso de saber lo que queremos y claramente no lo es. Tomar decisiones implica usualmente perder la opción que no se toma y claramente una vez tomada la decisión lo que perdemos es solo una especulación, solo en ocasiones una certeza y aferrarse a ella nos causa daño.
Tomar decisiones nos va ayudando a construir el tipo de mundo en el cual aspiramos a vivir y ello no es trivial. Aprender a tomar decisiones, conscientes del tipo de mundo en el que queremos participar sin quedarse pegado en las decisiones que no tomamos, parece fundamental y nos ayuda a elegir sin agobio frente a las múltiples opciones que se nos presentan cada día.
Un error clásico proviene de nuestra concepción de la toma de decisiones ligada a la información, el supuesto es que a mayor información mejor la decisión.
Una persona que sabe lo que quiere va tomando decisiones sobre la marcha, a menudo sin reflexión
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