Las personas que insultan son personas inseguras, y sin argumentos, personas que no saben que decir ni que aconsejar y reaccionan atacando para protegerse de su propia ignorancia.
En el fondo no se sienten bien, se sienten vacíos por dentro y sin nada que aportar a los demás, por eso reaccionan de una manera violenta.Son personas reprimidas que si las conocieras sabrías que son incapaces de decirte en persona una sola palabra de las que escriben, son frustrados y cobardes que encuentran en este medio alguna forma de poder liberar su frustración.
Generalmente el insulto es una práctica social desaprobada y rechazada.
Con frecuencia el insulto se refiere a la sexualidad, a los progenitores, apariencia, discapacidades físicas o a las capacidades mentales de la persona a quien se dirige el insulto, en resumen cualquier cosa que pueda ofender o molestar al que va dirigido.
El insulto resulta ser una triada que provoca placer a quien lo profiere, hilaridad a quienes se identifican con tal o cual insulto, y enojo al blanco al cual va dirigido, produciéndose una suerte de espejismo de la palabra. El insulto puede revertirse contra quien lo emite, la reacción ante un insulto, aunque tardía, es la réplica.
Nadie que yo sepa puede hacer oídos sordos a un insulto, he ahí uno de los orígenes de la violencia verbal..
“Que se hable no quiere decir que pueda decirse todo, y menos que pueda decirse toda la verdad”, es allí donde el insulto y el insultador falsean, y al hacerlo suman seguidores y detractores. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
El insulto celebrado por el insultador, puede convertirse en su incisión, pues el insulto es la posada que alberga la cólera. “En verdad cada insultador, cuando insulta, es el insultador de sí mismo”.
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