Desde que las insignias se llaman pins, los homosexuales gays, las comidas frias lunchs y los repartos de cine castings, este país no es el mismo. Ahora es mucho más moderno.
Durante muchos años, los españoles estuvimos hablando en prosa sin enterarnos. Y, lo que es todavía peor, sin darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos. Los niños leían tebeos en vez de comics, los jóvenes hacían fiestas en vez de parties, los estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, las secretarias usaban medias en vez de panties, y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del tupper-ware. Yo, en el colegio, hice aerobic muchas veces, pero en mi ignorancia, creía que hacia gimnasia.
Afortunadamente, todo esto ya ha cambiado. Hoy, España es un país rico que entra en Maastricht, y a los españoles se nos nota el cambio simplemente cuando hablamos, lo cual es muy importante...
No es lo mismo decir bacon que tocino -aunque tenga igual de grasa-, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor prestancia.
Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en ingles un mínimo de cien palabras. Desde ese punto de vista, los españoles estamos ya completamente modernizados. Es más, creo que hoy en el mundo no hay nadie que nos iguale. Porque, mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen -bien porque sus idiomas son pobres, cosa que no es nuestro caso, bien porque pertenecen a lenguajes de reciente creación, como el de la economía o el de la informática-, nosotros, más generosos, hemos ido mas allá y hemos adoptado incluso las que no nos hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos, sinofeelings, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, hacemos rappel y los domingos, cuando salimos al campo -que algunos (los más modernos) llaman country-, en lugar de acampar como hasta ahora, vivaqueamos o hacemos camping. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia. Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante.
En la television, entre tanto, ya nadie hace entrevistas ni presenta, como antes. Ahora hacen interviews y presentan magazines, que dan mucha más prestancia aunque aparezcan siempre los mismos y con los mismos collares. Si el presentador dice mucho O.K. y se mueve todo el rato, al magazine se le llama show -que es distinto de espectaculo-, y si este es un show heavy, es decir, que tiene carnaza, se le adjetiva de reality para quitarle la cosa cutre que tiene en castellano. Entre medias, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sino spots que, aparte de ser mejores, nos permiten hacer zapping.
El mercado ahora es el marketing; el autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking; el solomillo, steak; y el representante, el manager. Y desde hace algún tiempo, los importantes también son vips; los auriculares walkman; los puestos de venta stands; los ejecutivos, yuppies; las niñeras baby-sitters, y los derechos de autor, royalties. Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que tuvimos durante algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, solo nos queda ya decir siesta (la única palabra que el español ha exportado al mundo, lo que dice mucho a favor nuestro) con acento americano.
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